Un roce al alma
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Leyendas urbanas

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Mensaje  ChalS Lun Mayo 05, 2008 4:17 am

Para reírse un poco y que se te pongan los pelos de punta.
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Mensaje  Runa Miér Mayo 07, 2008 4:18 am




La carretera principal que va de Baltimore a Nueva York al llegar al
kilómetro 12 se cruza con una importante autopista. Se trata de un cruce muy
peligroso, y en muchas ocasiones se ha hablado de construir un paso subterráneo para
evitar accidentes, aunque todavía no se ha hecho nada. Un sábado por la noche, el
doctor Eckersall regresaba a su casa después de asistir a una sala de fiestas. Al
llegar al cruce redujo la velocidad y se sorprendió al ver a una deliciosa
jovencita, vestida con un traje largo de fiesta y haciendo autostop. Frenó de golpe
y le hizo una señal para que subiera a la parte trasera de su descapotable.

- El asiento de delante está lleno de palos de golf y de paquetes - se disculpó.
Y a continuación le preguntó:
- Pero, ¿qué está haciendo una chica tan joven como tú sola a estas horas de la
noche?.
- La historia es demasiado larga para contarla ahora - dijo la chica.
Su voz era dulce y a la vez aguda, como el tintinear de los cascabeles de un trineo.
- Por favor, lléveme a casa. Se lo explicaré todo allí. La dirección es North
Charles Street, número XX. Espero que no esté muy lejos de su camino.

El doctor refunfuñó y puso el coche en marcha. Cuando se estaba acercando a la
dirección que le indicó ella, una casa con las contraventanas cerradas, le dijo:
- Ya hemos llegado.
Entonces se giró y vio que el asiento de atrás estaba vacío.
- ¿¡Qué demonios...!? - murmuró para sí el doctor.
La chica no se podía haber caído del coche, ni mucho menos haberse desvanecido.

Llamó repetidas veces al timbre de la casa, confuso como no la había estado en toda
su vida. Después de un largo tiempo de espera, la puerta se abrió y apareció un
hombre de pelo gris y aspecto cansado que lo miró fijamente.

- No sé como decirle qué cosa más sorprendente acaba de suceder - empezó a decir
el doctor - una chica joven me dio esta dirección hace un momento. La traje en
coche hasta aquí y...
- Sí, sí, lo sé - dijo el hombre con aire de cansancio -, esto mismo ha pasado
otras veces, todos los sábados por la noche de este mes. Esta chica, señor, era mi
hija. Murió hace dos años en un accidente de automóvil en ese mismo cruce donde
usted la encontró...
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Mensaje  Lunera Dom Mayo 25, 2008 1:02 pm

... te cagas...


La mía es un poco por el estilo también, en plan cosa rara.
En el casc antiguo de Toledo están las Cuevas de Hércules, que son unos pasadizos subterráneos sobre los que, hoy día, pasan cosas inexplicables. Os dejo aquí el texto de una paginilla en la que he encontrado información:

"Cuenta la leyenda que el héroe griego Hércules, cuando llegó a Toledo, construyó un palacio descrito por unos y por otros como un edificio maravilloso que daba gloria a la ciudad y en el que se supone que guardó un gran tesoro. Más tarde cerró sus puertas dejando a diez guardianes, a los que entregó la llave del candado. Dando orden expresa a estos que cuando muriera alguno fuera remplazado por otro.
Así pasó el tiempo y se cogió la costumbre que los reyes posteriores pusieran cada uno un nuevo candado en la puerta de este palacio, como reconocimiento de la disposición de su creador, cuyo objetivo era que nadie entrara en él para evitar posibles males.
Llegaban los candados a número de veinticuatro en el tiempo que empezó a reinar el último monarca visigodo, don Rodrigo, al que los jueces y clérigos de la ciudad le insistieron a que pusiera su candado como tradicionalmente habían hecho sus antepasados. Este rey no sólo se negó a ello sino que quiso entrar en el recinto, intrigado enormemente por lo que había dentro del recinto pudiera encontrar. Por todo el mundo fue advertido que no lo hiciera, y que si lo que buscaba eran tesoros ellos se lo conseguirían para él, pero don Rodrigo hizo caso omiso de las súplicas, pidiendo las llaves de los candados que ya estaban colocados. Al notar la tardanza pensó que era desobedecido y uno por uno fue arrancando los candados de las puertas hasta que penetró en las puertas del palacio. Lo que por fuera parecía tener forma cilíndrica en su interior era cuadrado, formado por cuatro estancias.
Al llegar a la tercera sala se encontró un arca finamente labrada, con un candado que al final también abrió, con gran deseo de descubrir el gran secreto que contenía. Cara de asombro tanto en el monarca como en los que le acompañaban al descubrir que en su interior una tela blanca que tenía pintados hombres con arcos, flechas, lanzas y pendones, montados sobre caballos y todos ellos vestidos a la usanza árabe. Tenía también una inscripción que rezaba así: “Cuando este paño fuere extendido y aparecieran esas figuras, hombres que andarán así vestidos conquistarán España y se harán de ella señores”.
Al rey le preocupo bastante lo allí visto, y arrepentido dejó todo como estaba antes de entrar, ordenando a los que allí se encontraban que no comentaran nada de lo sucedido. En el año 711 Toledo era conquistado por los musulmanes tal como predijo la tela blanca.


Otra de las leyendas data de un poco después, y esta tiene como protagonista a un arzobispo:

"Tanta leyenda debió de molestar al cardenal y arzobispo de Toledo Juan Martínez Silíceo –esto ya no es leyenda sino historia cierta- quien en 1546 se propuso acabar con lo que él consideraba inútiles y peligrosas supersticiones organizando una expedición al interior de las cuevas, situadas seis metros por debajo del suelo exterior. Después de elegir a un grupo de valientes hombres y de pertrecharlos con comida, cuerdas y antorchas, se inició la aventura abriendo una portezuela que daba acceso a las cuevas junto a la entrada de la parroquia de San Ginés. “El remedio ha sido peor que la enfermedad porque mis valientes han tornado en fanfarrones”, debió de pensar el cardenal, pues lo que les sucedió a estos hombres alimentó todavía más la leyenda.
Los ‘valientes’ regresaron al exterior jurando haber escuchado escalofriantes golpes de cadenas y mazas y haber visto estatuas de bronce, una de las cuales cayó delante de ellos causándoles gran espanto. También contaron que se habían topado con una gran corriente de agua que les impidió continuar su recorrido y les obligó a volver sobre sus pasos. Al parecer, a los pocos días algunos de ellos murieron y al arzobispo ni se le pasó por la cabeza organizar otra expedición."


Hace unos años, conocí a una chica que vivía por el callejón de San Ginés (justo donde están las cuevas). Un día nos pusimos a hablar de cosillas de este tipo, espíritus y tal; ella tenía una gran pachorra respecto a este tema (supongo que porque había vivido toda su vida con ello), pero lo que contaba era para salir pitando de la casa e incluso de la ciudad. Lo más flojo era que la tele cambiaba sola de canal INCLUSO DESENCHUFADA, la historia que más me flipó fue esta: un día vino a su casa una pareja que quería ver, como tantos otros, la entrada de las Cuevas (ah, se me había olvidado ese pequeño detalle, en su casa estaba justo la entrada). La mujer se empeñó en que quería estar unos minutos a solas, sería una tía rara, como la de Poltergeist yo qué sé jaja El caso es que dijero vale, métete ahí y haz loq ue te dé la gana; el marido y los padres de la chica, con la chica, se quedaron fuera. Pasó, y pasarían 2 o 3 segundos cuando se empezaron a escuchar gritos. Abrieron rápidamente y vieron a la mujer totalmente arañada, con golpes y preguntando por el medallón que traía en el cuello. El padre de la chica miró dentro, no había rastro del medallón, pero le llamó la atención la pared: había cemento fresco y esa mujer no podía haber hecho nada en tan sólo unos segundos, puede que se atizara sola, pero para tanto ya nod aba la cosa. Quitaron el cemento y en un hueco de la pared estaba su medallón.

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Mensaje  ChalS Dom Mayo 25, 2008 2:36 pm

Eso me pregunto yo ¿será verdad? pero estoy seguro que no querría vivir nada de eso que me muero, porque de morirse se muere hasta el más valiente.
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